Geoffrey Molloy nació en 1957 en Singapur y se crió principalmente en Chipre y luego en el Reino Unido.
Se podría describir su niñez caritativamente como una niñez caótica. Fue criado esporádicamente por un padre alcohólico y abusivo y en otros momentos por una madre violenta y narcisista además de una serie de padres de acogida mayoritariamente indiferentes y en varias instituciones para niños desamparados.
Salió “de casa” con 16 años sin tener ni idea en cuanto a cómo funcionaba el mundo y sin ni siquiera saber lo que era una emoción; ni ningún sentido de conexión consigo mismo. Su inteligencia innata y buena apariencia (Geoffrey es el autor modesto de esta mini-biografía) significó que a pesar de este comienzo poco prometedor fue capaz de funcionar como oficial navegador de la marina mercantil, piloto militar y luego responsable de marketing en Asia y Oriente Medio en el mundo de telecomunicaciones por satélite – pero sólo hasta cierto punto. Después de una serie de relaciones desastrosas y totalmente disfuncionales, tocó fondo.
Luego a principios de los años ochenta, un amigo (por casualidad, un “alcohólico”) le señaló algo que hasta ese momento se le había escapado, es decir, que él mismo, Geoffrey, fue el factor común en todas estas situaciones. Esto le pareció una especie de revelación, también arrancó una exploración de lo que hasta ahora no había reconocido ni examinado – es decir, su mundo interno. La muerte de un amigo muy cercano cuando Geoffrey tenía 28 años aceleró el proceso puesto que en un intento de negar su propio luto y “ser valiente” se encontró a sí mismo esforzándose cada vez más por gestionar su vida con el alcohol y otras sustancias. Se volvió muy deprimido y seriamente contempló terminar con todo.
Pero en estos momentos más oscuros muchas veces nace la esperanza más grande. Geoffrey se volvió consciente de su deseo de vivir y de vivir bien y así es como comenzó una búsqueda voraz para encontrar sentido y sobre todo paz interior.
Este camino le llevó a través de muchas terapias, profesores y finalmente a la meditación y sus prácticas asociadas. También le llevó a conocer y luego casarse con su mujer, Rhea – una decisión que considera como una de sus mejores decisiones. Ella le enseñó que era posible que fuese querido por otras personas.
En 1993 dejó de fumar con Allen Carr y después de un par de años y unas cenas con Allen, empezaron a colaborar – una colaboración que duró hasta el fallecimiento de Allen en 2006. A finales de los años noventa Geoffrey empezó a emplear su mezcla única de experiencia y formación, su experiencia personal con adicciones a diferentes sustancias y la práctica de la meditación para expandir su trabajo para ayudar a otros a dejar el alcohol y otras sustancias y también a ayudar a las personas a gestionar su ansiedad y problemas relacionados. Asegura (¡muy modestamente!) que ofrece el sistema más efectivo para que una persona se libere de sus adicciones y se redirija la vida. No conoce otro mejor.
Geoffrey vive en Cantabria con su mujer Rhea y – dependiendo del momento – con todos o algunos de sus cinco hijos o tres nietos. En su finca, “Finca las Bardas” tiene caballos, cerdos, ovejas, gallinas. También es un centro de día para diferentes terapias y cursos residenciales para el tratamiento de ansiedad, adicciones, aprender a comer sano y a gestionar el dolor. Los caballos, aparte de ganar premios en doma, se utilizan para proporcionar equinoterapia para personas con capacidad limitada. Este proyecto es la responsabilidad de Erika, fisioterapeuta y una de sus cuatro hijas.
El mensaje de Geoffrey es positivo. A pesar de los obstáculos hoy su vida está llena de amor, trabajo y sentido. Se considera un hombre muy afortunado y cree profundamente que todos marcamos una diferencia en este mundo, lo queramos o no. La clave es asegurarnos de que la diferencia sea lo más positivo posible.